En el Mar de China Meridional, la proyección militar de Estados Unidos nunca es la respuesta.

En los círculos de Washington se está debatiendo qué debe hacer Estados Unidos ante el creciente control militar de China en el Mar de China Meridional. Las diversas soluciones propuestas presentan sus propios problemas. Además, la fusión de los intereses de seguridad de Estados Unidos con los de los reclamantes rivales de China es un arma de doble filo.

Estados Unidos se enfrenta a un dilema. Para mantener su hegemonía y conseguir que China deje de intimidar a los reclamantes rivales, necesita una disuasión sostenida en la región. China ha militarizado las zonas que ocupa y ha modernizado su ejército hasta el punto de que probablemente sobrepasaría a las fuerzas estadounidenses desplegadas antes de que pudieran llegar los refuerzos de las bases extrarregionales.

Además, los reclamantes rivales de China están más o menos indefensos ante su «salami» y el acoso a sus actividades relacionadas con los recursos en sus propias zonas económicas exclusivas. Necesitan el apoyo de Estados Unidos. Si EE.UU. no lo proporciona suficientemente, cuestionarán su papel como garante de la seguridad regional y considerarán la posibilidad de hacer tratos con China en su lugar.

Así pues, para tranquilizar a estos reclamantes y no perderlos en favor de China, Estados Unidos tendría que colocar sus aviones de guerra, buques de guerra y misiles en la región.

Filipinas sería el anfitrión más probable. De hecho, la aplicación del Acuerdo de Cooperación Reforzada en Materia de Defensa entre Estados Unidos y Filipinas, que se retrasó bajo el mandato del presidente Rodrigo Duterte, permitiría a Estados Unidos preposicionar personal y material de defensa, incluyendo quizás misiles de alcance intermedio.

Pero, ¿a qué intereses estaría protegiendo Estados Unidos? Si está protegiendo tanto sus intereses como los de los reclamantes, ¿es el riesgo que implica una compensación aceptable para los reclamantes?

¿Por qué Filipinas y no Indonesia, Malasia o Vietnam? En primer lugar, esos países no aceptarían convertirse en apoderados para ayudar a Estados Unidos a mantener su hegemonía. Además, Estados Unidos casi tiene a Filipinas en el anzuelo con el acuerdo de cooperación en materia de defensa y Washington está presionando a Manila para que acepte un acuerdo que ningún otro país del sudeste asiático contemplaría.

Pero esto plantea muchos problemas al nuevo gobierno del presidente Ferdinand Marcos Jnr. En primer lugar, Manila tendría que apaciguar a los nacionalistas que no quieren el regreso de las tropas estadounidenses.

Aunque la población y los militares filipinos apoyan ampliamente el restablecimiento de las bases estadounidenses, los viejos problemas podrían volver a surgir -falta de respeto a los filipinos y a la cultura filipina, y abusos a los filipinos, especialmente a las mujeres- y Estados Unidos podría ser expulsado de nuevo.

Además, el gobierno filipino tendría que hacer frente a las represalias económicas de China por haberse puesto del lado de Estados Unidos.

En un reciente artículo de Foreign Affairs, Gregory Poling -director de la Iniciativa de Transparencia Marítima en Asia del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington- afirma que una solución es «asegurar los intereses de Estados Unidos a un coste aceptable, empujando a China hacia un compromiso con el que sus vecinos y la comunidad internacional puedan vivir». Pero la pregunta es: ¿aceptable para quién? ¿Para Estados Unidos o para los países del sudeste asiático?

Poling propone además que, en ese compromiso, «China debe reconocer todas las libertades de los mares: navegación sin trabas para el tráfico comercial, acceso para las armadas extranjeras y derechos sobre los recursos para los estados costeros».

Hay una importante distinción entre «navegación para el tráfico comercial» y «acceso para las armadas extranjeras». Si el significado de «acceso para las marinas extranjeras» queda abierto, podría ser un factor de ruptura para Pekín.

Estados Unidos confunde la libertad de navegación comercial con la «libertad» de sus militares para espiar y amenazar las defensas de China. Aunque China no se opone al tránsito militar ordinario en el Mar de China Meridional, sí se opone de palabra y de hecho a la actividad militar que considera contraria a la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS), que exige a los demás Estados que tengan «la debida consideración» de los derechos y deberes del Estado ribereño en su zona económica exclusiva.

Mientras tanto, en una predicción catastrófica, Poling afirma que la coerción progresiva de China podría llevar a un cierre de la exploración petrolera y la pesca, y a un aumento de los costes de los seguros marítimos; esto llevaría además al fin de la alianza entre Estados Unidos y Filipinas, a la violación de la CNUDM y, en última instancia, al colapso del orden mundial.

Sin embargo, parece que hay varios saltos de lógica aquí, especialmente en lo que respecta a una conexión entre el dominio del Mar de China Meridional por parte de China y el colapso del orden mundial.

Una alternativa es un compromiso entre China y sus reclamantes rivales que Estados Unidos apoye.

Pero, como reconoce Polling, esto requeriría «un esfuerzo de años para imponer costes y crear incentivos para China» y «una coalición de socios asiáticos y europeos». En este escenario, una renovada presencia militar estadounidense en Filipinas y la mejora militar de los reclamantes rivales de China ganarían tiempo.

Pero, con la posible excepción de Indonesia, es muy poco probable que ninguno de los reclamantes rivales de China se enfrente a ella militarmente e, incluso si lo hacen, es casi seguro que serían derrotados rápidamente sin el apoyo de Estados Unidos.

Todo esto es ladrar al árbol equivocado en el oscuro bosque de un dilema de seguridad. La proyección del poder militar sólo engendra más de lo mismo, en un ciclo que sólo puede acabar en desastre para todos los implicados.

Si Estados Unidos quiere evitar un conflicto directo con China en el Mar de la China Meridional, debe acomodar hasta cierto punto las aspiraciones e intereses de Pekín en la región. Y, en aras de la estabilidad, China debe acomodar algunos de los intereses de las naciones del sudeste asiático, especialmente los de los reclamantes rivales.

En ambos casos, los detalles pueden negociarse. Sólo entonces podrá haber una paz y estabilidad duraderas en el Mar de China Meridional.

Marcos J. Valencia