Japón continuará con el proyecto ‘Future Fighter’ de próxima generación desarrollado localmente.
El Ministerio de Defensa de Japón confirmó que diseñará y desarrollará localmente un nuevo caza furtivo para la década de 2030.
El Ministerio de Defensa de Japón (MoD, por sus siglas en inglés) confirmó que ha descartado el desarrollo o la producción local de aviones de combate de diseño extranjero para reemplazar su flota de aviones de combate multiusos F-2, una variante del F-16 de Lockheed Martin fabricada bajo licencia de Mitsubisshi, para la década de 2030, según una fuente de MoD.
El informante dijo que el desarrollo y la producción del nuevo avión de combate furtivo F-3 de Japón será liderado por la industria militare del país con la posibilidad de colaboración con socios externos como BAE Systems, Lockheed Martin, Boeing y Northrop Grumman, según informa Jane’s el 4 de febrero.
«Se espera que nuestros cazas F-2 se retiren a partir de finales de la década de 2030», dijo el portavoz de MoD el 1 de febrero a Jane’s. «Con el fin de adquirir nuevos cazas que sean capaces de desempeñar un papel central en una futura fuerza en red, el Ministerio de Defensa promoverá la investigación necesaria y lanzará, en una fecha temprana, un proyecto liderado por Japón con la posibilidad de colaboración internacional a la vista».
Se espera que el programa se inicie oficialmente este año de acuerdo con el Programa de Defensa a Medio Plazo (MTDP) y las Directrices del Programa de Defensa Nacional (NDPG), que establecen los objetivos de capacidad de la Fuerza de Autodefensa de Japón (JSDF) durante un período de unos 10 años. Se prevé que todo el programa Future Fighter (F-3) durará unos 15 años.
En 2016, Japón presentó un demostrador experimental de tecnología de combate de quinta generación, denominado X-2 «Shinshin» (anteriormente ATD-X), que estaba destinado a servir como base para el caza F-3. Sin embargo, se informó que Japón desechó un mayor desarrollo de la aeronave en 2018. Sin embargo, dadas las recientes revelaciones, la plataforma X-2 podría reactivarse, ya que se espera que Mitsubishi Heavy Industries (MHI), la compañía que desarrolló el fuselaje del X-2, tome el liderato en el desarrollo del F-3.
Japón ha estado buscando socios internacionales para colaborar con MHI y varios subcontratistas japoneses en el F-3 durante el año pasado. El Ministerio de Defensa emitió una solicitud de información a los fabricantes de aviones internacionales en 2018 para su programa de caza furtivo. BAE Systems, EADS, Lockheed Martin, Boeing y Northrop Grumman respondieron a la solicitud.

«El fabricante de aviones estadounidense Lockheed Martin, el supuesto favorito, ha presentado recientemente una propuesta de diseño para un avión de combate de superioridad aérea con dos motores que combina el fuselaje del F-22 con la suite electrónica del F-35», se dijo en agosto del año pasado. «La propuesta, sin embargo, fue rechazada por ser demasiado cara para el Ministerio de Finanzas de Japón».
El Ministerio de Defensa tiene la intención de adquirir hasta 100 nuevos aviones de combate de superioridad aérea de quinta generación a un coste estimado de 50.000 millones de dólares para finales de la década de 2030. En particular, el gabinete del primer ministro japonés, Shinzo Abe, también aprobó un aumento de la orden existente en Japón de 42 aviones de caza furtivos Lightning II F-35A de quinta generación, a 147 aviones en total el pasado mes de diciembre.
Franz-Stefan Gady
Japón es una de las pocas naciones capaces de diseñar y llevar a cabo un proyecto de tal envergadura como representa un avión de combate avanzado (mal denominados de «quinta generación»). A diferencia de otros países con aspiraciones semejantes como India, Turquía, Irán, Indonesia e incluso Suecia, que se encuentran proyectando aeronaves de éste tipo, Japón cuenta con una base industrial y tecnológica adecuada, además de recursos financieros importantes, aunque insuficientes a largo plazo. Por supuesto que un proyecto semejante requiere una inversión enorme en investigación y desarrollo de materiales y sistemas, por lo que solamente EE.UU, China y eventualmente Rusia estarían en condiciones financieras de proyectar, construir y poner en servicio aeronaves de éstas características. De éstos solamente EE.UU tiene plena capacidad de diseño realmente avanzado. Tanto Rusia como China sufren de ciertos retrasos, ya sea estructurales, sistémicos y de motores, por nombrar los más importantes. EE.UN realizó el F-22 Raptor, el F-117 y el B-2 Spirit en solitario en décadas anteriores, pero eran aeronaves muy avanzadas con respecto a las tecnologías del momento de su aparición y se trataba de proyectos estratégicos altamente secretos, nunca exportados a terceros países, ni siquiera a sus aliados más acérrimos como Israel o Gran Bretaña. De allí en adelante, las empresas norteamericanas con experiencia en aviones de combate avanzados como Lockheed-Martin, se dedicaron a buscar socios estratégicos «aliados» para realizar el proyecto multiservicio del F-35, aunque tan solo en la coproducción; los sistemas «sensibles» de la aeronave son todos patrimonio de la empresa matriz, así como sus futuros desarrollos. Probablemente, excepto casos muy puntuales, el futuro desarrollo y producción aeronáutica de aviones de combate será de cooperación internacional. El caso de China es ejemplar en cuanto a las dificultades que se encuentran en el desarrollo de aviones avanzados en solitario. China está desarrollando los cazas J-20 y FC-31 autóctonos, pero a pesar de haber realizado avances gigantescos en plazos increíblemente cortos, gran parte de sus sistemas y especialmente sus motores y tecnología en radares AESA provienen de Rusia, sin los que China no estaría en condiciones de realizar exitosamente este tipo de aeronaves. De todas maneras Rusia es muy reticente a realizar transferencias de tecnología avanzada en forma directa, prefiriendo entregar sistemas ya producidos (ésta ha sido una de las causas de la desafección del proyecto Pak-Fa de la India que, a pesar de haber invertido grandes cantidades de dinero en el desarrollo conjunto con Rusia, como la propiedad del proyecto era de Sukhoi, la transferencia de tecnología no era completa, si no que componentes esenciales como los radares y motores serían entregados como productos terminados). Por ello, el avance chino en ciertos campos es muy lento pues deben recurrir a la retroingeniería, materia en la que son verdaderos expertos. En el mar de dificultades tecnológicas de todo tipo que representa una aeronave de combate avanzada, lo más «sencillo» pareciera ser desarrollar una célula con características furtivas, incrementándose la complejidad de afuera hacia adentro: sistemas de control de vuelo de estabilidad artificial para generar supermaniobrabilidad, híperconectividad, motores de súper crucero, radares aesa ligeros y potentes, armas avanzadas, etc. Lo más problemático de la cooperación internacional en realidad pertenece al plano político no al tecnológico, ya que en primer lugar los países deben ponerse de acuerdo en qué tipo de aeronaves necesitan y para qué necesidades. De ello resultan las configuraciones más adecuadas y el nivel tecnológico que se quiere alcanzar; luego se presenta el problema presupuestario y la participación de cada socio en el proyecto, así como las condiciones contractuales y los costos de producción, estimándose en función del número de aviones requeridos, sus versiones y la posible venta a terceros. Es un panorama muy complejo en todos sus aspectos y lo aquí dicho contempla una pequeñísima parte y a grandes rasgos de todos los detalles que engloba el desarrollo de un proyecto de esta naturaleza. Como sea, Japón tiene enormes ventajas para liderar exitosamente un proyecto de éste tipo. Lamentablemente su propia constitución prohíbe la venta a terceros países de armamentos y materiales de naturaleza ofensiva. De todas maneras el país del sol naciente está empezando a reaccionar ante las condiciones, cada vez más difíciles y peligrosas para su propia seguridad, que generan sus vecinos principalmente la belicosa e inestable Sud Corea, la gigante y hambrienta de poder China y la orgullosa isla de Taiwán. Es por ello que Japón está cambiando paulatinamente su conducta de defensa. Prefiere desarrollar sus propios sistemas antes que adaptar productos de origen estadounidense a sus propias necesidades. Es por ello que prefirió desarrollar el Kawasaki P-1 antes que comprar el Boeing P-8 Poseídon (y el C-2 antes que el C-117 Globemaster III), y está pensando en desarrollar indígenamente un avión de combate avanzado para sustituir sus F-15J y F-2 (una versión local del F-16) antes que adquirir un sistema foráneo (léase estadounidense). De todas formas Japón forma parte del proyecto F-35 y piensa adquirirlo en cantidades importantes, tanto en sus variantes terrestre como con capacidad embarcada. Esto último también se inscribe en ese cambio de actitud que mencionaba. Sus dos portahelicópteros clase Izumo han sido concebidos para convertirse en portaaeronaves STOVL en caso de conflicto, con capacidad de hasta 28 aeronaves (normalmente opera con 7 helicópteros ASW/ASuW y 2 SAR), ya que su constitución prohíbe a su armada la posesión de portaaviones. Japón posee muy poca experiencia en cooperación internacional, con algunos éxitos importantes, como la participación en la compañía de motores IAE que produce el V2500, que propulsa algunos modelos de la familia Airbus A320. Asimismo está en búsqueda de clientes de ultramar para el P-1 con el objeto de amortizar los costos de su desarrollo. Japón seguramente encontrará la manera de insertarse en el reducidísimo grupo de países con capacidad para producir aeronaves de combate realmente avanzadas, y sus horizontes de cooperación no se agotarán en empresas norteamericanas (Lockheed-Martin, Boeing o Northrop Grumman), sino que con quien más posibilidades tiene de alcanzar un éxito corporativo quizá sea el gigante británico BAE Systems al que probablemente se unan otras empresas europeas como Saab y Leonardo. El tiempo lo desvelará…