Boeing cierra un contrato con la Marina de EE.UU. para piezas de los F/A-18 y EA-18G, bloqueando a sus rivales.

El Naval Supply Systems Command Weapon Systems Support de Filadelfia ha anunciado recientemente un importante contrato con Boeing para reparar y suministrar componentes críticos para los aviones F/A-18 E-F Super Hornet y EA-18G Growler. Este contrato a largo plazo con entrega indefinida, que abarca hasta una década con un período base de cinco años y una posible prórroga de cinco años, subraya el papel fundamental de Boeing en el mantenimiento de las principales plataformas de combate y guerra electrónica de la Marina.

Sin embargo, el acuerdo restringe la competencia a Boeing, alegando la propiedad exclusiva de la empresa de la tecnología patentada. Esta medida pone de relieve la dependencia de la Marina de un único proveedor, lo que plantea interrogantes sobre las implicaciones más amplias para el coste, la innovación y la preparación operativa en una era de amenazas globales en evolución.

Super Hornet y Growler: La columna vertebral de la Armada

El F/A-18 E-F Super Hornet es el caza polivalente de la Marina, diseñado para la superioridad aérea, los ataques de precisión y el apoyo aéreo cercano. Su versatilidad brilla en operaciones que van desde misiones basadas en portaaviones en el Indo-Pacífico hasta ataques contra objetivos de alto valor en Oriente Medio.

Equipado con el avanzado radar AN/APG-79 Active Electronically Scanned Array, el Super Hornet detecta y rastrea múltiples objetivos a gran distancia, ofreciendo a los pilotos un conocimiento de la situación inigualable. El avión lleva un conjunto de armas diversas, incluyendo misiles AIM-120 AMRAAM para enfrentamientos aire-aire y AGM-158 JASSM para ataques de largo alcance. Su robusto diseño, con una relación empuje-peso superior a 0,9, le permite operar eficazmente desde portaaviones, aportando potencia de fuego en entornos disputados.

Desde su entrada en servicio en 1999, el Super Hornet ha evolucionado a través de actualizaciones, manteniendo su ventaja frente a adversarios modernos como el J-20 de China o el Su-57 de Rusia, que presumen de sigilo y aviónica avanzada, pero carecen de la probada fiabilidad del Super Hornet en portaaviones.

Por su parte, el EA-18G Growler, un derivado de la plataforma F/A-18, está especializado en guerra electrónica. Interrumpe las comunicaciones y los radares enemigos con el sistema de interferencia ALQ-218 y los misiles AGM-88 HARM, que atacan y destruyen las defensas aéreas enemigas.

E/A-18G Growler

El papel del Growler resultó fundamental en operaciones como las de Siria, donde suprimió las redes de radar del ISIS, lo que permitió los ataques aéreos de la coalición. Su capacidad para interferir señales enemigas mientras se coordina con otras aeronaves lo hace indispensable en los conflictos modernos, donde la guerra electrónica a menudo determina el éxito de la misión.

Ambas plataformas dependen de un complejo conjunto de componentes, desde los sistemas de control de vuelo hasta los módulos de radar, designados como elementos críticos de seguridad por la Marina. Estas piezas exigen una fabricación de precisión y rigurosas normas de calidad para garantizar la aeronavegabilidad, un factor clave en la decisión de la Armada de limitar el contrato a Boeing.

El carácter de proveedor único del contrato se debe a que Boeing posee la propiedad intelectual necesaria para producir y reparar estos componentes. El software patentado, las herramientas especializadas y los procesos de ingeniería dan a Boeing una ventaja única, como se indica en el anuncio de la Marina en SAM.gov. La Marina cita la normativa federal, concretamente el 10 U.S.C. 3204[a]]1], para justificar la negociación exclusiva con Boeing, argumentando que ningún otro proveedor puede cumplir los estrictos requisitos de estas piezas críticas.

Esta exclusividad crea importantes barreras para otras empresas, que deben someterse a un largo proceso de aprobación por parte de la Autoridad de Agentes de Diseño de la Armada para poder siquiera competir. El proceso, detallado en el Folleto de Información para la Aprobación de Fuentes NAVSUP-WSS, exige que los proveedores potenciales demuestren su capacidad técnica y el cumplimiento de normas de calidad de alto nivel, un obstáculo que pocos pueden superar a tiempo para satisfacer las necesidades urgentes de la Marina.

Tendencias de la industria de defensa

Esta dependencia de Boeing refleja las tendencias de la industria de defensa, donde la consolidación ha reducido el número de contratistas principales. Históricamente, la Armada diversificaba su base de proveedores para aviones como el F-14 Tomcat, que recibía contribuciones de múltiples empresas para piezas y mantenimiento. Hoy, sin embargo, la complejidad de plataformas modernas como el Super Hornet y el Growler limita esa flexibilidad.

A modo de comparación, el sector de defensa ruso suele depender de empresas estatales como Sukhoi para su Su-57, mientras que el programa chino J-20 depende en gran medida de Chengdu Aerospace. Estos modelos centralizados contrastan con el sistema estadounidense, en el que empresas privadas como Boeing dominan gracias al control de la propiedad intelectual, lo que suscita preocupación por los sobrecostes y el estancamiento de la innovación. Un informe del Pentágono de 2023 señalaba que los contratos con un único proveedor pueden aumentar los costes hasta un 20% en comparación con las ofertas competitivas, aunque las cifras concretas de este acuerdo siguen sin revelarse.

Demandas operativas

La decisión de la Marina refleja la urgencia operativa de mantener su flota. Los F/A-18 y EA-18G han sido muy utilizados en los últimos años, con los Super Hornets volando en misiones de combate en Yemen contra objetivos Houthi y los Growlers apoyando los ejercicios de la OTAN en el Mar Báltico. Estas operaciones ponen a prueba componentes como los sistemas de radar y los controles de vuelo, que requieren reparaciones rápidas para mantener su disponibilidad.

Retrasar el contrato para aprobar nuevos proveedores podría inmovilizar los aviones, un riesgo que la Armada considera inaceptable dadas las crecientes tensiones en regiones como el Mar del Sur de China. En 2024, los Super Hornets del USS Theodore Roosevelt realizaron patrullas cerca de Taiwán para contrarrestar las maniobras militares chinas. Las capacidades de guerra electrónica del Growler también resultaron vitales para desbaratar defensas enemigas simuladas durante ejercicios conjuntos con Japón y Australia, demostrando su valor estratégico.

Desafíos de la competencia

Sin embargo, el enfoque de proveedor único suscita un debate sobre las consecuencias a largo plazo. Con la exclusividad de Boeing, la Marina se asegura la fiabilidad a corto plazo, pero puede reprimir la competencia que impulsa la innovación. En teoría, otros contratistas de defensa, como Lockheed Martin o Northrop Grumman, podrían desarrollar componentes alternativos si tuvieran acceso a los datos patentados de Boeing.

Sin embargo, el estricto proceso de aprobación de la Marina y los derechos de propiedad intelectual de Boeing lo hacen improbable. El anuncio de SAM.gov invita a otras empresas a presentar solicitudes de aprobación de fuentes, pero advierte que las aprobaciones llevan tiempo, a menudo años, debido a la complejidad de validar nuevos proveedores para elementos de seguridad críticos. Esta dinámica deja a la Marina atada a Boeing, una situación que podría complicar futuras actualizaciones o negociaciones de costes.

Implicaciones geopolíticas

El contrato también se cruza con tendencias geopolíticas más amplias. Los F/A-18 y EA-18G siguen siendo fundamentales en la estrategia naval estadounidense para contrarrestar la creciente presencia naval china. La Armada del Ejército Popular de Liberación opera plataformas avanzadas como el J-15B, un caza basado en portaaviones con radar y armamento mejorados. Mientras que el radar AN/APG-79 del Super Hornet y los sistemas de interferencia del Growler proporcionan una ventaja tecnológica, el mantenimiento sostenido es crucial para mantener el ritmo.

La confianza de la Marina en Boeing garantiza que estos aviones sigan siendo operativos, pero también pone de manifiesto las vulnerabilidades de la cadena de suministro. Las interrupciones, ya sean debidas a presiones económicas o a conflictos geopolíticos, podrían afectar a la disponibilidad de los componentes, una preocupación que se ha visto amplificada por los recientes problemas de la cadena de suministro mundial.

El futuro de la aviación naval

De cara al futuro, la Marina se enfrenta a un acto de equilibrio. Los F/A-18 y EA-18G seguirán en servicio hasta la década de 2030, con actualizaciones como el Block III Super Hornet que mejorará sus sistemas de aviónica y armamento. Estas mejoras, incluidas las nuevas pantallas de cabina y los misiles de largo alcance, dependen de la experiencia de Boeing.

Sin embargo, la Marina también está invirtiendo en plataformas de nueva generación como el F/A-XX, un futuro caza diseñado para sustituir al Super Hornet. Aún no se sabe si Boeing mantendrá su dominio en estos programas, ya que competidores como Lockheed Martin, con su experiencia en el F-35, se disputan su influencia. La actual estrategia de contratos de la Marina da prioridad a la estabilidad, pero puede que necesite fomentar la competencia para impulsar la innovación y controlar los costes a largo plazo.

Equilibrio entre fiabilidad e innovación

Desde una perspectiva más amplia, este contrato pone de manifiesto los retos de las modernas adquisiciones de defensa. La dependencia de Boeing por parte de la Marina garantiza que el F/A-18 y el EA-18G permanezcan listos para el combate, apoyando misiones críticas en todo el mundo. Sin embargo, la falta de competencia plantea interrogantes sobre la eficiencia y la resistencia. ¿Podría la diversificación de proveedores mejorar la innovación sin comprometer la seguridad?

La respuesta depende de si la Marina puede agilizar el proceso de aprobación de nuevos competidores manteniendo al mismo tiempo los rigurosos estándares que mantienen sus aviones en el aire. A medida que evolucionan las amenazas mundiales, la capacidad de equilibrar fiabilidad y competencia marcará el futuro de la aviación naval.

Boyko Nikolov

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