El H-20 de China y el B-21 Raider de EE.UU. compiten por el mejor bombardero furtivo del mundo.
El esperado bombardero furtivo H-20 de China se perfila como la respuesta china al B-21 Raider de la Fuerza Aérea estadounidense, lo que sitúa a ambos aviones en el centro de la futura competencia en ataques de largo alcance. Si bien ambos reflejan conceptos de sigilo de ala volante, sus diferencias en madurez, integración y preparación operativa revelan una brecha cada vez mayor en su capacidad en el mundo real.
Tras décadas de desarrollo, condicionadas por los legados de la Guerra Fría y la guerra antiacceso moderna, Estados Unidos y China están desplegando sus bombarderos estratégicos más avanzados hasta la fecha.
El B-21 Raider de Northrop Grumman ya ha iniciado las pruebas de vuelo en el marco de un programa de la Fuerza Aérea estrictamente controlado. Al mismo tiempo, el Xi’an H-20 de China aún no se ha revelado oficialmente, pero los oficiales del Ejército Popular de Liberación lo señalan firmemente como una piedra angular de la proyección de poder futuro. Los analistas de defensa argumentan que el contraste entre ambos programas pone de relieve no solo una competencia tecnológica, sino también enfoques fundamentalmente diferentes para la guerra furtiva, la integración de mando y la credibilidad de un ataque global.
En el corazón de ambos programas se encuentra la arquitectura de ala volante, un diseño elegido principalmente por su sección transversal de radar extremadamente baja y su eficiencia aerodinámica. El B-21 Raider se basa en la inigualable experiencia de Estados Unidos en aviones furtivos, desde el F-117 hasta el B-2 Spirit y el F-35, incorporando avances en materiales absorbentes de radar, reducción de la señal infrarroja y gestión térmica para neutralizar múltiples espectros de detección. Las entradas de aire del motor están profundamente enterradas, las juntas superficiales se minimizan y las emisiones electrónicas se gestionan rigurosamente.
El diseño del B-21 se beneficia de décadas de datos operativos y modelos de supervivencia, lo que le permite realizar operaciones sostenidas en pleno espacio aéreo en disputa. El H-20 chino, si bien repite muchos de los mismos principios de diseño, como un ala volante sin cola y compartimentos de armas internos, sigue siendo en gran medida un misterio.
Según el arte conceptual y las limitadas evaluaciones de inteligencia, el H-20 podría incorporar entradas de motor dentadas, contornos integrados y un ala de cometa acodada similar a la de los bombarderos furtivos estadounidenses. Sin embargo, aún no está claro si la industria de defensa china ha alcanzado la sofisticación de gestión necesaria para igualar el rendimiento furtivo integral del B-21 en condiciones operativas.
El B-21 Raider es una plataforma de sexta generación diseñada para transportar cargas útiles convencionales y nucleares a distancias intercontinentales. Es más pequeño y eficiente que el B-2, con una huella logística reducida y un menor coste operativo por hora de vuelo. Las bodegas internas del bombardero pueden transportar municiones avanzadas, incluyendo el próximo misil de crucero nuclear AGM-181 Long Range Stand Off (LRSO), bombas nucleares de gravedad de la familia B61 y armas convencionales de largo alcance como el misil AGM-158 Joint Air-to-Surface Standoff Missile Extended Range (JASSM-ER).

Northrop Grumman ha diseñado el Raider con una estructura digital de sistemas abiertos, lo que permite rápidas actualizaciones de armas, sensores y comunicaciones a lo largo de su vida útil. La futura integración de sistemas de ataque hipersónicos, módulos de ataque electrónico e incluso cargas útiles de energía dirigida es factible dentro de la arquitectura modular de la plataforma.
En comparación, se proyecta que el Xi’an H-20 lleve una carga útil interna de al menos 10.000 kilogramos, capaz de lanzar municiones convencionales guiadas de precisión, bombas nucleares de gravedad y misiles de crucero de distancia de seguridad como el CJ-10 o el CJ-20. Varias estimaciones no oficiales sugieren que el radio operativo del H-20 podría superar los 8.500 kilómetros, lo que lo posiciona como un verdadero bombardero estratégico de largo alcance, el primero de China.
Si bien su capacidad de carga útil puede ser comparable a la de las plataformas estadounidenses heredadas, China aún no ha demostrado el mismo nivel de integración entre los sistemas lanzados desde el aire y las plataformas furtivas. Sin pruebas de vuelo confirmadas ni validación de armas, los analistas se mantienen cautelosos sobre la capacidad del H-20 para ofrecer efectos de precisión en condiciones de campo de batalla. No obstante, su desarrollo señala un cambio importante en la postura estratégica de la PLAAF, de una fuerza aérea centrada en la región a una capaz de disuasión intercontinental.
Un diferenciador clave reside en la integración de la aviónica y los sistemas de combate. El B-21 Raider ha sido diseñado desde su concepción para operar dentro del marco del Mando y Control Conjunto de Todos los Dominios (JADC2). Esto permite al bombardero servir no solo como plataforma de ataque de precisión, sino también como nodo sensor avanzado, capaz de transmitir datos de objetivos, realizar evaluaciones de daños en combate y sincronizarse con sistemas tripulados y no tripulados en múltiples dominios.
Los sistemas de misión de la aeronave aprovechan la planificación asistida por IA, la prevención dinámica de amenazas y la fusión de datos a bordo para sobrevivir y adaptarse en entornos altamente disputados dominados por sistemas avanzados de defensa aérea. Esto posiciona al B-21 como un arma estratégica y un recurso informativo, capaz de moldear el espacio de batalla mediante inteligencia y ventaja en la toma de decisiones.

Los sistemas a bordo del H-20 siguen siendo especulativos, aunque se anticipa el uso de un radar AESA de desarrollo nacional, navegación por satélite conectada a BeiDou y diversas capacidades de guerra electrónica autóctonas. Si bien China ha avanzado en la miniaturización de sensores y la tecnología de enlace de datos, el nivel de redundancia, cifrado y resiliencia en el campo de batalla requerido para un conflicto entre pares de alto nivel aún se encuentra en desarrollo. La integración del H-20 en una red de destrucción más amplia que abarque los dominios espacial, cibernético y electromagnético determinará en última instancia si puede competir con plataformas como el B-21 no solo en sigilo, sino también en efectividad de misión. Sin un ecosistema maduro de gestión de batalla e intercambio de datos, incluso una plataforma sigilosa puede enfrentar limitaciones en cuanto a adaptabilidad y capacidad de supervivencia en tiempo real.
Si bien el B-21 Raider representa un avance comprobado en el ataque furtivo de largo alcance, integrando décadas de experiencia estadounidense en diseño de baja observabilidad, guerra en red y objetivos de precisión con capacidad nuclear, el H-20 sigue siendo un contendiente emergente que aún lucha a través de la niebla del desarrollo.
Los analistas de defensa estiman que el Raider entrará en servicio operativo años antes que su homólogo chino, estableciendo un punto de referencia que el H-20 debe esforzarse por igualar. La fluida integración del Raider en operaciones conjuntas, su impulso de producción y su sofisticación tecnológica otorgan a Estados Unidos un liderazgo claro, aunque temporal, en la aviación estratégica global. Sin embargo, el decidido esfuerzo de China por desplegar una fuerza creíble de bombarderos intercontinentales subraya que este no es el final de la carrera, sino el comienzo de una nueva era en la competencia de bombarderos que definirá los cielos estratégicos de la próxima década.
Alain Servaes


