La terrible dependencia de la industria de defensa estadounidense respecto a China.

La producción de equipo militar requiere de una cierta cantidad de equipos y componentes. Y para producir estos componentes, se necesitan recursos fácilmente accesibles y asequibles. Esta es una ecuación cada vez más compleja para la industria de defensa de Estados Unidos.

Según el organismo de auditoría del Congreso estadounidense (Government of Accountability Office, GAO). Las conclusiones del informe son contundentes: la cadena de suministro de equipos militares sigue dependiendo en exceso de fuentes extranjeras. Esto supone un peligro para la soberanía, sobre todo cuando los materiales o equipos proceden de China, un país con el que las relaciones son notoriamente complejas y que ha impuesto restricciones drásticas a la exportación de tierras raras.

Para construir helicópteros, aviones de combate, buques de guerra o tanques, el Pentágono cuenta con más de 200 000 proveedores de equipos y componentes militares, pero, según la GAO, existe «poca visibilidad sobre el origen de fabricación de las piezas y materiales utilizados».

Además, no habría fabricantes nacionales para más de la mitad de los 99 materiales críticos identificados por el Departamento de Defensa de Estados Unidos en 2023.

Imanes, submarinos y microchips

La dependencia de China es especialmente crítica para la producción de imanes, que se utilizan en todo tipo de productos, desde automóviles hasta aviones de combate. Por ejemplo, la producción del F-35 de Lockheed Martin se detuvo durante seis meses entre 2023 y 2024 tras el descubrimiento de este componente de origen chino, mientras se identificaban proveedores alternativos y se determinaba si estas piezas representaban un riesgo para la seguridad.

El Pentágono firmó recientemente una asociación público-privada para extraer tierras raras en suelo estadounidense y así asegurar la producción de imanes, con un objetivo final de producción de 10.000 toneladas anuales.

Los submarinos también se ven afectados por dificultades de suministro: Estados Unidos solo cuenta con una fundición capaz de producir grandes cantidades de titanio. Por lo tanto, los fabricantes de submarinos (como General Dynamics y Northrop Grumman) siguen dependiendo en gran medida de proveedores extranjeros.

En cuanto a los componentes microelectrónicos, el problema es bien conocido: los mayores productores se encuentran en la región Asia-Pacífico. El Pentágono estima que el 88% de la producción y el 98% del ensamblaje, embalaje y pruebas se realizan fuera de América, principalmente en Taiwán, Corea del Sur y China.

Restricciones a la exportación y aumento de precios

Si bien China representa más del 60% de la minería de tierras raras y domina la producción mundial de otros minerales críticos, como el galio y el germanio, utilizados en particular en componentes electrónicos, las restricciones a la exportación impuestas por Pekín están debilitando la industria global, según explica el Wall Street Journal (WSJ).

Basándose en software desarrollado para aplicaciones de defensa, el WSJ informa que 80.000 componentes utilizados por el Pentágono, fabricados con minerales críticos, se ven afectados por las restricciones chinas.

El medio estadounidense informa de un aumento de cinco veces o más en el precio de ciertos minerales críticos para la industria de defensa. Una empresa contactada por el WSJ incluso informó de un aumento de sesenta veces en el precio del samario, esencial para la fabricación de imanes capaces de soportar las altísimas temperaturas de los motores de combustión.

Según fabricantes entrevistados por medios estadounidenses, la búsqueda de alternativas a los recursos chinos se ve obstaculizada por problemas de coste y disponibilidad, ya que algunos materiales son «productos de nicho» cuya producción no sería económicamente viable.

China ha implementado otras medidas que complican la labor de los proveedores, exigiendo información —a veces sensible— sobre el uso previsto de los imanes y otras tierras raras importadas para garantizar que no se utilicen con fines militares. Esta situación complica considerablemente la tarea de las empresas, además de representar una amenaza de espionaje industrial.

Helen Chachaty

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