Francia y Alemania debaten el posible abandono del proyecto SCAF para centrarse en la «nube militar».
Este es, sin duda, el verdadero terremoto del momento para la defensa europea. Según el Financial Times, Berlín y París están debatiendo seriamente un escenario que despojaría al SCAF (Sistema Aéreo de Combate del Futuro) de su esencia: abandonar el desarrollo conjunto de un nuevo avión de combate y conservar únicamente la «nube de combate», el sistema de mando y control destinado a conectar aeronaves, drones, radares y centros de mando. En otras palabras, el «sistema de sistemas» sobreviviría… sin su avión insignia.
Este punto de inflexión llega en el peor momento posible. La fase 2 del programa SCAF debía finalizarse a finales de 2024 por los ministros de Defensa francés, alemán y español. La censura al gobierno de Barnier en París, el colapso de la coalición de Scholz en Berlín y las posteriores realineaciones políticas lo han paralizado todo.
Mientras tanto, la lucha de poder entre Dassault Aviation y Airbus por la gestión del Pilar 1 —el futuro caza NGF— se ha intensificado. Dassault exige ser el contratista principal, con el 51 % del trabajo, como estaba previsto inicialmente. Airbus y sus socios alemanes y españoles se niegan, abogando por un modelo de reparto de responsabilidades.
La crisis se extiende ahora más allá del círculo franco-alemán. Bélgica, que se unió como observador y está dispuesta a invertir 300 millones de euros en la fase 2, ahora duda. Su jefe de Defensa, el general Frederik Vansina, lo afirmó ante el Parlamento belga hace unos días: es imposible recomendar semejante inversión «en algo que quizá nunca llegue a materializarse». También lamenta la coexistencia de dos programas rivales en Europa, el SCAF por un lado y el GCAP (antes Tempest) por otro, mientras que catorce países ya han optado por el F-35 estadounidense, que considera «más económico y operativamente superior».
En segundo plano, la lucha de poder entre el Estado y la industria se intensifica. Boris Pistorius critica públicamente a Éric Trappier. Guillaume Faury cree que el programa SCAF puede continuar sin Dassault. En París, Catherine Vautrin reitera que, en materia de aviones de combate, el referente sigue siendo Dassault, al tiempo que subraya la cuestión de la soberanía en torno al motor NGF, confiado a Safran y MTU.
Francia, por su parte, insiste en sus tres líneas rojas: capacidad operativa para 2040, un motor adecuado y libertad de exportación.
Si se confirma la opción de un FCAS (Sistema Aéreo de Combate del Futuro) más ligero, el impacto irá mucho más allá de un conflicto de gobernanza. Supondría una admisión de fracaso para el principal proyecto estructural de la aviación de combate europea, lanzado en 2017 en respuesta a Estados Unidos y el Reino Unido.
Y una señal preocupante: Europa seguiría siendo capaz de producir componentes tecnológicos básicos (sensores, drones, computación en la nube), pero renunciaría a integrarlos en un avión de combate verdaderamente común. En un momento en que el F-35 se está convirtiendo en el estándar y los presupuestos se disparan, la pregunta se vuelve crucial: ¿se seguirá desarrollando la próxima generación de aviones de combate europeos de forma fragmentada?
Se espera que este martes el canciller Friedrich Merz y el presidente Emmanuel Macron retomen las conversaciones en Berlín y por tanto decidir antes de que finalice el año si continúan con el proyecto o si optan por una alternativa.
Frédéric Bianchi


