EE.UU. intenta mantener sus tropas en Níger después de que el gobierno local califique su presencia de ilegal.

Días después de que la junta militar de Níger declarara “ilegal” la presencia de tropas estadounidenses en esa nación de África Occidental, funcionarios estadounidenses tratan de determinar en conversaciones a puerta cerrada si pueden mantener algún tipo de presencia de seguridad en el país, que ha sido el aliado regional más cercano de Estados Unidos.

Funcionarios estadounidenses afirman que la situación es “dinámica”, y que ambas partes exploran las condiciones en las que podría continuar la presencia militar estadounidense. Esa presencia, que podría reducirse, incluye actualmente unos 1.000 soldados y una gran base de aviones no tripulados en el norte del país, en Agadez, que han formado parte de los esfuerzos para contrarrestar la militancia islamista en la región.

Un portavoz de la junta de Níger afirmó en una declaración leída en la televisión nacional el viernes por la noche que la presencia militar estadounidense viola la Constitución de Níger y que el gobierno ponía fin, con efecto inmediato, a sus acuerdos de seguridad con Estados Unidos.

Amadou Abdramane, portavoz del Consejo Nacional para la Salvaguarda de la Patria (CNSP), declaró que la decisión se tomaba tras varios días de reuniones en las que una delegación de funcionarios estadounidenses en Niamey había mostrado una “actitud condescendiente” y había intentado dictar con qué países podía relacionarse la nación de África Occidental, incluidos Irán y Rusia.

La declaración de la junta hizo públicas las preocupaciones planteadas en privado por la administración Biden de que los dirigentes nigerinos habían acordado suministrar uranio a Irán, cruzando lo que Washington considera una línea roja. En diciembre, Níger firmó un nuevo acuerdo de seguridad con Rusia, pero aún no está claro de qué se trata, y actualmente no hay soldados rusos sobre el terreno en Níger.

Un alto funcionario estadounidense declaró que el gobierno de Biden cree que la declaración de la junta “no es tanto una postura de principios contra la ayuda estadounidense como un arrebato ante la profunda preocupación que les expresamos la semana pasada sobre la dirección que están tomando en varios frentes”.

Algunos analistas regionales afirman que hay pocos motivos para el optimismo sobre la relación entre Estados Unidos y Nigeria. La junta nigerina aún no ha fijado un calendario para restaurar la democracia, como insiste Estados Unidos -el presidente electo de Níger fue derrocado en julio-, y no parece dispuesta a escuchar a Estados Unidos sobre con quién puede asociarse.

Abdramane afirmó que las relaciones de Níger con Rusia e Irán se remontan a décadas atrás, y defendió el derecho de Níger a mantener relaciones con los países que elija.

Las duras palabras de la junta ya han provocado llamamientos dentro de la sociedad nigerina para que las tropas estadounidenses se marchen. Las frustraciones locales se han centrado anteriormente en Francia, la antigua potencia colonial de Níger, pero los nigerinos cuestionan cada vez más la finalidad de las tropas estadounidenses.

Estos acontecimientos han dejado en el limbo a los miembros del servicio estadounidense en la base de aviones no tripulados, que el general Michael E. Langley, que dirige el Mando de Estados Unidos en África, dijo en una entrevista reciente que ha sido clave para “la vigilancia activa y la alerta, incluso para la defensa de la patria.”

El ejército de Estados Unidos comenzó a operar en Níger a principios de la década de 2000 como parte de la estrategia antiterrorista de la administración Bush, principalmente proporcionando entrenamiento y equipo para el ejército del país, y se expandió significativamente alrededor de 2013, cuando militantes islamistas se apoderaron de vastas franjas de territorio en el vecino Mali.

En el punto álgido de las operaciones, en torno a 2017, las fuerzas estadounidenses proporcionaban información de inteligencia sobre grupos armados, así como apoyo médico y logístico en misiones de “matar y capturar” dirigidas por las tropas nigerinas, explicó Alan Van Saun, comandante de compañía de un batallón de las Fuerzas Especiales desde el verano de 2017 hasta febrero de 2018. Dijo que todas las operaciones se llevaron a cabo a petición de los militares nigerinos y con permiso de la Embajada de Estados Unidos en Níger, lo que diferenciaba la misión de las de Irak o Afganistán, donde los militares estadounidenses tenían más autonomía.

Desde que cuatro soldados estadounidenses de la compañía de Van Saun murieron durante la emboscada de Tongo Tongo en octubre de 2017, lo que provocó investigaciones del Congreso y del Departamento de Defensa, las operaciones militares se han visto limitadas. Eso ha contribuido a una “erosión de la confianza” con los nigerinos, dijo, “porque cuando llega el momento de empujar y es hora de que salgan por la puerta y hagan las misiones de alto riesgo, estamos sentados allí, manteniendo las luces encendidas.”

Aun así, añadió, una retirada a gran escala de las tropas estadounidenses se sumaría al creciente vacío de seguridad en la región, que en los últimos años se ha convertido en un punto caliente para el extremismo islámico en todo el mundo.

Tras las tomas de poder militares en Malí y Burkina Faso en 2021 y 2022, respectivamente, los gobiernos de las juntas pidieron a las tropas francesas que se marcharan y dieron la bienvenida a los combatientes rusos. En Mali, luchan junto al ejército, mientras que en Burkina Faso proporcionan entrenamiento.

Tras esos golpes, Níger se convirtió en un socio de seguridad occidental cada vez más valioso. Cuando los militares nigerinos derrocaron al presidente Mohamed Bazoum, elegido democráticamente, el verano pasado, muchos funcionarios de París y Washington se escandalizaron, y Francia apoyó una intervención militar para restaurar a Bazoum en el poder, mientras que Estados Unidos se manifestó en contra de la idea.

En pocas semanas, el gobierno de la junta exigió públicamente que las tropas francesas hicieran las maletas antes de finales de 2023. La mayor parte de la cooperación estadounidense en materia de seguridad se puso en pausa, y las operaciones se limitaron a la protección de las fuerzas y a advertir a los funcionarios nigerinos sobre inminentes ataques de militantes.

Rachel Chason