El caza furtivo F-22 controla el dron MQ-20 Avenger en una prueba de combate conjunta.

General Atomics Aeronautical Systems ha anunciado que un piloto de F-22 Raptor de la Fuerza Aérea de EE. UU. había comandado directamente un vehículo aéreo de combate no tripulado MQ-20 Avenger desde la cabina durante un vuelo realizado en el Campo de Pruebas y Entrenamiento de Nevada, lo que representa un hito significativo en la integración de sistemas de combate aéreo tripulados y no tripulados.

Este evento marca un paso concreto del concepto a la realidad en la visión estadounidense de Aeronaves de Combate Colaborativo, donde cazas tripulados lideran formaciones de drones autónomos que actúan como «compañeros de ala». Al combinar una aeronave furtiva de quinta generación de primera línea con un sistema no tripulado a reacción mediante una arquitectura de mando y control abierta y modular, la prueba muestra cómo podrían llevarse a cabo las futuras operaciones aéreas en entornos altamente disputados.

El vuelo reunió a tres importantes empresas de defensa estadounidenses: General Atomics, Lockheed Martin y L3Harris, en torno a un objetivo común: demostrar que un F-22 de primera línea puede servir como centro de mando para un dron de combate autónomo. General Atomics proporcionó el MQ-20 Avenger, Lockheed Martin aportó el F-22 y su arquitectura de radio abierta, y L3Harris suministró los enlaces de datos tácticos avanzados BANSHEE, conectados a las radios definidas por software Pantera instaladas en ambas aeronaves.

Según GA-ASI, dos radios definidas por software Pantera, una en el Avenger y otra en el Raptor, estaban conectadas en red mediante el módulo GRACE de Lockheed Martin y una tableta de interfaz piloto-vehículo en la cabina, lo que proporcionaba al piloto conectividad integral para asignar, reasignar y monitorizar el MQ-20 en tiempo real. Esta configuración fue más allá de la simple retransmisión de comandos, permitiendo al caza actuar como controlador de misión mientras el Avenger ejecutaba comportamientos complejos mediante su software de autonomía integrado.

El hardware y las formas de onda fueron diseñados deliberadamente para ser reconfigurables y propiedad del gobierno, lo que garantiza su reutilización en diferentes plataformas y su alineación con los estándares de Open Mission Systems.

La elección de plataformas refleja una combinación de relevancia operativa y flexibilidad experimental. El F-22 sigue siendo el caza de superioridad aérea de referencia de la Fuerza Aérea de EE. UU., combinando baja detectabilidad, supercrucero, fusión de sensores avanzada y alta maniobrabilidad. Su uso como aeronave principal establece que la colaboración entre aeronaves tripuladas y no tripuladas está destinada a activos reales en primera línea, no solo a bancos de pruebas. El MQ-20 Avenger, derivado de la veterana familia Predator, es una aeronave no tripulada a reacción con una firma reducida, bahía de armas interna y gran autonomía, ya utilizada en múltiples campañas como laboratorio volante para la autonomía y la integración de cargas útiles.

Anteriormente, ha albergado software de autonomía de misión de terceros y se ha convertido en un sustituto versátil para futuras aeronaves de combate colaborativo (CCA), mientras que las plataformas específicas para CCA, como los prototipos emergentes de la serie YFQ, continúan intensificando sus programas de pruebas de vuelo. La combinación de un caza furtivo maduro y un prototipo no tripulado bien conocido permite a los ingenieros y operadores centrarse en tácticas, interfaces hombre-máquina y comportamiento de los enlaces de datos en lugar de en la aeronavegabilidad básica.

Esta última prueba también debe analizarse en el contexto de experimentos más amplios y conceptos alternativos. Pruebas estadounidenses previas ya han demostrado que cazas de cuarta generación como el F-16 pueden controlar drones de apoyo como el XQ-58 Valkyrie en escenarios de misión representativos, lo que prueba que una sola aeronave tripulada puede ampliar su alcance con sistemas no tripulados. La combinación F-22-MQ-20 amplía los límites al operar en el ámbito de la alta tecnología furtiva, las amenazas aéreas de adversarios con capacidades similares y las densas redes de defensa aérea.

A nivel internacional, otras fuerzas aéreas están desarrollando arquitecturas similares, desde conceptos de cazas de sexta generación que integran drones de combate nacionales mediante enlaces de datos encriptados, hasta proyectos europeos de «portadores remotos» destinados a operar bajo el control de cazas tripulados. En este contexto competitivo, la demostración de Nevada subraya que Estados Unidos está traduciendo su doctrina sobre la colaboración entre aeronaves tripuladas y no tripuladas en pruebas reales y repetibles con aeronaves operativas.

Las implicaciones estratégicas de esta evolución son sustanciales. A nivel operativo, la colaboración entre aeronaves tripuladas y no tripuladas ofrece una forma de regenerar la masa aérea sin desplegar grandes flotas de cazas tripulados adicionales. Los drones autónomos o semiautónomos, actuando como compañeros de ala, pueden explorar el terreno, ampliar la cobertura de sensores, servir de señuelo, transportar armamento aire-aire o aire-tierra adicional, realizar ataques electrónicos o llevar a cabo la supresión de alto riesgo de las defensas aéreas enemigas. El piloto humano sigue siendo responsable del objetivo de la misión y las reglas de enfrentamiento, delegando los detalles de la ejecución a máquinas diseñadas para ser prescindibles si fuera necesario.

En potenciales escenarios de alta intensidad, como el Indo-Pacífico o Europa del Este, donde las grandes distancias y los densos sistemas de denegación de acceso/área complican las campañas aéreas tradicionales, la capacidad de distribuir funciones entre una combinación de plataformas tripuladas y no tripuladas probablemente se convertirá en un factor clave para la credibilidad y la disuasión del poder aéreo.

Esta demostración sobre Nevada cristaliza una transición que se ha debatido durante años, pero que rara vez se ha implementado con recursos tan relevantes para las operaciones. Al poner un caza de quinta generación al mando directo de un avión de combate no tripulado a reacción mediante sistemas abiertos y reconfigurables, la Fuerza Aérea de EE. UU. pasa de los conceptos teóricos de «compañeros de ala leales» a la experimentación tangible, que definirá la futura estructura de la fuerza, la doctrina y las decisiones de inversión.

A medida que otras potencias despliegan sus propias combinaciones de cazas furtivos y drones de combate, la capacidad de escalar y reforzar estas arquitecturas tripuladas-no tripuladas influirá cada vez más en el equilibrio del poder aéreo en cualquier crisis o conflicto importante donde el control del espacio aéreo siga siendo decisivo.

Teoman S. Nicanci

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