Para frenar la contraofensiva ucraniana, el ejército ruso cuadruplicó el tamaño de sus campos minados.

Cuando a principios de junio comenzó la contraofensiva ucraniana en el sur del país, tan esperada desde hacía tiempo, los mandos rusos hicieron un importante ajuste en su doctrina defensiva, que tuvo un efecto inmediato y profundo en las operaciones ucranianas.

Los rusos cuadruplicaron la profundidad de sus campos de minas defensivos, de 120 metros a 500 metros, y también aumentaron la densidad de las minas dentro de los campos ampliados.

Así, cuando los ucranianos atacaron a lo largo de varios ejes en las provincias de Zaporizhzhia y Donetsk, pronto se encontraron con campos de minas mucho más anchos de lo que habían previsto, y más de lo que su equipo estándar de desminado podía manejar.

Este desajuste entre la nueva doctrina antiminas de los rusos y la antigua doctrina de desminado de los ucranianos ayuda a explicar por qué la contraofensiva está logrando avances, pero mucho más lentamente de lo que algunos observadores esperaban.

En tres meses de duros combates, las brigadas ucranianas sólo han avanzado unos 15 kilómetros en cada uno de los tres ejes principales de Zaporizhzhia y Donetsk, y recientemente han liberado Robotyne, un punto fuerte ruso clave en la carretera que atraviesa Tokmak hacia la ocupada Melitopol, a otros 80 kilómetros al sur.

Pero hay un inconveniente para los rusos. Al ampliar sus campos de minas, han agotado sus recursos de minado más rápido de lo que habían previsto en un principio. Así que los campos de minas son desiguales. Para los ucranianos, este desnivel representa una oportunidad.

Los analistas Jack Watling y Nick Reynolds explicaron la adaptación de los rusos en su último estudio para el Royal United Services Institute de Londres. Los mandos rusos modificaron su doctrina defensiva poco después de que las fuerzas ucranianas atacaran hacia Novodarivka y Rivnopil, en Zaporizhzhia, cerca de la frontera con Donetsk.

Los ucranianos finalmente liberaron ambas ciudades, aunque a un alto coste, y hoy una mezcla de brigadas del ejército y territoriales mantiene el terreno alrededor de ellas, reforzando el flanco occidental del mayor esfuerzo ofensivo del cuerpo de marines ucranianos a lo largo del valle del río Mokri Yaly, la proverbial puerta de entrada a la Mariupol ocupada por los rusos.

La principal lección que sacaron los rusos de los combates de Novodarivka y Rivnopil fue que un número suficiente de minas podría frenar cualquier asalto ucraniano al desbordar los esfuerzos de desminado de los ucranianos. “El objetivo, por lo tanto, ha sido aumentar la profundidad de los campos de minas hasta 500 metros, mucho más allá de cualquier capacidad de ruptura rápida”, escribieron Watling y Reynolds.

El efecto fue inmediato. Cuando el ejército ucraniano atacó el 8 de junio al sur de Mala Tokmachka, a 65 km al oeste de Rivnopil, una fuerza combinada de las brigadas 47ª y 33ª quedó atrapada en un campo de minas que no pudo abrir en marcha.

Atascados y bajo fuego, los ucranianos acabaron abandonando dos docenas de sus mejores vehículos, entre ellos tanques Leopard 2A6 de fabricación alemana, cazaminas Leopard 2R de Finlandia y antiguos vehículos de combate M-2 estadounidenses. Pasaron semanas antes de que los ucranianos encontraran una forma de rodear el campo de minas y dieran la vuelta para retirar las minas y recuperar los vehículos abandonados.

En el segundo mes de la contraofensiva, la 47ª Brigada y las unidades de apoyo se dirigieron hacia el sur, hacia Robotyne. No tenían otra opción. “Las zanjas antitanques y los obstáculos de minas se extienden por los campos”, explicó el soldado ucraniano Olexandr Solon’ko. “Desde minas normales TM [minas antitanques y POM [minas antipersona] hasta otras más sofisticadas, todas al acecho de la infantería”.

“Hay que sortear todo esto para avanzar”.

Los campos de minas rusos más alejados no sólo eran más profundos, sino también más densos. “Otras adaptaciones comunes han incluido la colocación de dos minas antitanque juntas —una encima de la otra— para compensar la menor densidad, asegurando que los vehículos queden inmovilizados por un solo impacto de mina, incluso cuando los vehículos están equipados con palas topadoras”, escribieron Watling y Reynolds.

Pero el refuerzo de la primera línea de minas tuvo un coste para la segunda y tercera línea que componen las tres capas de la Línea defensiva Surovikin. “Los sistemas logísticos rusos se organizaron para equipar a las brigadas con suficientes minas para cumplir con las plantillas doctrinales”, señalaron los analistas del RUSI. “El aumento de la profundidad de los campos significa que las fuerzas rusas no han dispuesto de minas suficientes para cumplir sistemáticamente con esta disposición con una densidad de minas acorde con la doctrina”.

Es decir, los campos de minas se hacen más finos cuanto más al sur se viaja desde la línea del frente. El general de brigada ucraniano Oleksandr Tarnavskiy declaró a The Guardian que Rusia dedicó el 60% de su tiempo y sus recursos a construir la primera línea defensiva y sólo el 20% a la segunda y la tercera. “En mi opinión, los rusos creían que los ucranianos no atravesarían esta línea defensiva”.

Lo que ayuda a explicar por qué los rusos están luchando tan duramente para mantener a los ucranianos al otro lado de la primera línea de campos de minas, incluso desplegando la última de sus reservas operativas —en forma de la 76ª División de Asalto Aéreo de la Guardia— en Tokmak, justo al sur de Robotyne, en las últimas semanas.

Una vez que los ucranianos atraviesen las minas más externas, las defensas podrían debilitarse y su avance podría resultar más fácil, si no realmente sencillo.

El asalto ucraniano se ha acelerado en las últimas semanas. Tras liberar Robotyne a finales de agosto, los ucranianos se abalanzaron rápidamente sobre las primeras fortificaciones rusas al sudeste de la ciudad.

David Axe